La tragaperras en tu bolsillo

¿Has visto esas máquinas en la esquina de un bar?

Luces parpadeando, pitidos agudos, la palanca que baja.

La moneda desaparece y tu cuerpo entero espera ese premio que casi nunca llega.

Ese subidón… no se queda en el bar.

Está en tu bolsillo.

Cada notificación. Cada “me gusta”. Cada desliz del pulgar para actualizar el feed.

Es la misma trampa, con otra pantalla.

¿Conoces a alguien —o quizá a ti mismo— que siente ese tirón?

El scroll infinito. La comprobación de madrugada. El impulso de actualizar aunque no esperes nada.

No es debilidad. Es diseño.

Tirando de la palanca

Piensa en cómo deslizas el dedo. El flick del pulgar, la pantalla que se carga, el feed que aparece. Esa es la palanca.

A veces “ganas”: un meme gracioso, un mensaje inesperado, un subidón de likes.

Otras veces: nada. Solo ruido.

Pero quizá la próxima vez sí toque, y por eso sigues tirando.

¿Has notado que muchas veces es el no saber lo que más engancha?

Los psicólogos lo llaman refuerzo intermitente — el patrón más adictivo que conoce el cerebro humano.

Por eso perdemos horas sin darnos cuenta. La máquina nos enseñó a desear el tirón en sí mismo.

El público en tu cabeza

En el bar, cuando suena la tragaperras, alguien mira de reojo.

En internet, cuando tu post recibe atención, pasa lo mismo: sientes ojos sobre ti, validación, reconocimiento.

¿Notas ese chispazo? Ese pequeño subidón cuando el número sube un poco.

Da igual quién sea —solo importa que alguien te haya visto.

La multitud no es real, pero tu sistema nervioso no lo distingue.

Y aun así se siente como ganar.

¿Quién gana realmente?

Aquí viene lo duro: en las tragaperras siempre gana la casa.

Online pasa igual.

La “casa” es la plataforma.

Se queda con tu atención. Tu foco. Tu presencia.

Parece gratis, pero pagas con la moneda más valiosa: tu tiempo con la gente que quieres, tus instantes de calma, tu salud mental.

¿Has notado el coste?

No los minutos perdidos, sino cómo queda tu mente después: más delgada, menos firme, menos aquí.

Cuando las campanas callan

Aléjate de la máquina, y el silencio al principio parece raro.

Incómodo, incluso.

Pero luego —claro.

Oyes tus pensamientos otra vez.

Ves la luz moverse por la habitación.

Sientes tu respiración, no la vibración del móvil.

Esa es la diferencia cuando la tragaperras se calla.

No es ausencia. No es aburrimiento.

Es espacio —para ti, para lo que importa, para lo que no necesita público.

Cierre

Quizá no se trate de dejar la tecnología.

Se trata de llamarla por su nombre: una tragaperras en tu bolsillo.

¿Conoces a alguien —o quizá a ti mismo— atrapado en ese ciclo?

Si es así, ya sabes la verdad: la máquina no está diseñada para que ganes.

Pero puedes elegir cuándo jugar —y cuándo salir a la calle, al aire real, donde no suenan campanas y nadie intenta poseer tu atención.

Porque lo importante es esto:

Ya eres suficiente, sin la máquina.

— Oddly Robbie

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